P. Francisco J: Rebollo Leòn SIERVOS DEL DIVINO AMOR

P. Francisco J. Rebollo Leòn SIERVOS DEL DIVINO AMOR

jueves, 30 de junio de 2011

EL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

Fiesta del Sagrado Corazón



Les dejó esta reflexión del Beato Dom Columba 

Marmión. 


DOM Columba Marmion


El amor explica todos los misterios de Jesús


Todo lo que poseemos en el ámbito de la gracia nos viene de Cristo Jesús; “debido a su plenitud podemos todo”: De plenitude ejus nos omnes accepimus(1). Destruyó el muro de separación que nos impedía ir hacia Dios; mereció para nosotros, con una abundancia infinita, todas la gracias; jefe divino del cuerpo místico, posee el poder de comunicarnos el espíritu de sus estados y la virtud de sus misterios, con el fin de transformaros en Él.

Cuando consideramos los misterios de Jesús, ¿Cuál de sus perfecciones es la que vemos estallar particularmente? Si duda, el amor. El amor realizó la encarnación:Propter nos… descendit de caelis, et incarnatus est(2); el amor hace nacer a Cristo en una carne pasible y enferma, inspira la oscuridad de la vida oculta, alimenta el celo de la vida pública. Si Jesús entrega, por nosotros, a la muerte, es porque cede al “exceso de un amor sin medida”(3); si resucita, es “para nuestra justificación”(4); si sube al cielo, es como precursor que va prepararnos un lugar”(5) en esa estancia de beatitud; envía al “Espíritu consolador”(6) para no “dejarnos huérfanos”(7); instituye el sacramento de la Eucaristía como memorial de su amor.(8) Todos esos misterios tienen su fuerza en el amor.

Es necesario que nuestra fe en este amor de Cristo Jesús sea viva y constante. ¿Y Por qué? Por que es uno de los principales soportes de la fidelidad.

Veamos a San Pablo: nunca hombre alguno trabó ni se prodigó como él por Cristo. Un día, en que sus enemigos atacaban la legitimidad de su misión, fue movido, para defenderse, a esbozar él mismo el cuadro de sus obras, sus laboras y sufrimientos. Este cuadro, tan vivo, lo conocemos, sin duda, pero siempre es un gozo  para el alma releer este pasaje, único en los anales del apostolado. 

“A menudo, dice el gran apóstol, vi la muerte de cerca; cinco veces sufrí el suplicio de la flagelación; tres veces fui tundido con las varas; una vez fui lapidado; naufragué tres veces, pasé un día y una noche mar adentro. Y mis viajes, incontables, llenos de peligros; peligros en los ríos, peligros por parte de los bandidos, peligros por parte de los de mi linaje, peligros por parte de los infieles; peligros en las ciudades, peligros en los desiertos, peligros en el mar; mis trabajos y mis sufrimientos, mis numerosas vigilias, las torturas del hambre y de la sed, los ayunos múltiples, el frío de la desnudez; y dejando de hablar de otras cosas, todavía recordaría mis preocupaciones diarias, la solicitud por todas las iglesias que fundé(9). 

Aquí se aplica la palabra del Salmista: “Por causa de ti, Señor, todo el día estamos entregados a la muerte, se nos mira como ovejas destinadas a la carnicería…” Y, sin embargo, ¿que agrega inmediatamente? Pero “en todos estos encuentros, somos más que vencedores:Sed in his ómnibus superamus(10). Y ¿dónde encuentra el secreto de esta victoria? Preguntémosle por qué soporta todo, incluso el “fastidio de vivir”(11), ¿por qué, en todas sus pruebas permanece unido a Cristo con tan inquebrantable firmeza que “ni la tribulación ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la espada pueden separarlo de Jesús(12)? Les responderá: Propter eum, qui dilexit nos(13): “por aquél que nos amó. Lo que lo sostiene, lo fortifica, lo ama, lo estimula es su convicción profunda de que “el amor de Cristo lo mueve”: Dilexit me et tradidit semetipsum pro me(14).

Y, en efecto, el sentimiento que hace nacer el él esta ardiente convicción es que “él no quiere vivir más para sí mismo”, - él que blasfemó el nombre de Dios y persiguió a los cristianos(15) - “sino por quien que lo amó al punto de dar la vida por él”.Caritas Christi urget me…(16) “El amor de Cristo nos urge”, exclama. “Por  eso me entregaré por él, me prodigaré gustosamente, sin reservas, sin medida”; ¡me agotaré por las almas que son su conquista: Libentissime impendam et superimpendar(17)!


Esta convicción de que Cristo lo ama da, verdaderamente, la clave de toda la obra del gran apóstol.

Nada empuja al amor como el saber y sentirse amado. “Todas las veces que pensamos en Jesucristo, dice santa Teresa, recordemos el amor con el que nos colmó con sus favores… el amor llama al amor”(18).

Pero, ¿cómo conocer este amor que está en el fondo de todos los estados de Jesús, que los explica, y cuyos motivos resume? ¿De dónde sacar esta ciencia, tan fecunda, que San Pablo convertía en el objeto de sus oraciones para sus cristianos? En la contemplación de los misterios de Jesús. Si los estudiamos con fe, el Espíritu Santo, que es el amor infinito, nos descubre sus profundidades y nos conduce al amor, que es la fuente.

Esta es una fiesta que por su objeto nos recuerda, de una mera general, el amor que el Verbo encarnado nos ha mostrado: es la fiesta del Sagrado Corazón. La Iglesia, a partir de las revelaciones de Nuestro Señor a santa Margarita María, cierra, por así decirlo, el ciclo anual de las solemnidades del Salvador; como si la llegada, al término de la contemplación de los misterios de su Esposo, no quedara sino celebrar el amor mismo que los inspiró.

miércoles, 22 de junio de 2011

CORPUS CHRISTI

FUENTE:  www.corazones.org

 Reproduzco aquí este post de la página citada ya que es una excelente descripción de la historia del la Solemnidad del Corpus Christi.






Solemnidad de Corpus Christi
Corpus Christi: "Cuerpo de Cristo", en latín.  



Esta fiesta conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso secelebraba en la Iglesia Latina el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.
La Solemnidad de Corpus Christi se remonta al siglo XIII. Dos eventos extraordinarios contribuyeron a la institución de la fiesta: Las visiones de Santa Juliana de Mont Cornillon y El milagro Eucarístico de Bolsena/Orvieto.
Urbano IV, amante de la Eucaristía, publicó la bula “Transiturus” el 8 de septiembre de 1264, en la cual, después de haber ensalzado el amor de nuestro Salvador expresado en la Santa Eucaristía, ordenó que se celebrara la solemnidad de “Corpus Christi” en el día jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, al mismo tiempo otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la santa misa y al oficio. Este oficio, compuesto por el doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, por petición del Papa, es uno de los más hermosos en el breviario Romano y ha sido admirado aun por Protestantes.
La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306. El Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto incorporando el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su observancia.
Procesiones. Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.
El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Juan Pablo II ha exhortado a que se renueve la costumbre de honrar a Jesús en este día llevándolo en solemnesprocesiones.
En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.

Santa Juliana de Mont Cornillon y la fiesta de Corpus Christi.
La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Por diferentes intrigas tuvo que irse del convento. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.

Juliana, desde joven, tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre añoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haberse intensificado por una visión que ella tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad. Ella comunicó esta visión a Roberto de Thorete, el entonces obispos de Liège, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente al Papa Urbano IV.
El obispo Roberto se impresionó favorablemente y como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan debía escribir el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.
El obispo Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez con los cánones de San Martín en Liège. Jacques Pantaleón llegó a ser Papa el 29 de agosto de 1261. La ermitaña Eva, con quien Juliana había pasado un tiempo y quien también era ferviente adoradora de la Santa Eucaristía, le insistió a Enrique de Guelders, obispo de Liège, que pidiera al Papa que extendiera la celebración al mundo entero.

BibliografíaLa Enciclopedia Católica, volumen 4, y otras fuentes.